En un reino secreto de estrellas calladas,
te encuentro en las noches de lunas doradas,
con alas de brisa llegas ligero,
príncipe soñado, mi guardián sincero.
Tus ojos son faros de cielos lejanos,
dibujan promesas con trazos humanos,
y en cada mirada florece un hechizo,
como si el destino pintara un aviso.
Tu voz es la música que el viento encierra,
canción de ternura que al alma se aferra,
susurro de aurora que al sueño acaricia,
poema escondido que todo reinicia.
Me llevas de la mano por mares de estrellas,
me muestras castillos con torres tan bellas,
y yo, sin temores, me dejo llevar,
pues en tu presencia solo hay soñar.
Príncipe encantado de mundos divinos,
teje en mi camino mágicos destinos,
y deja en mi pecho un dulce candor,
el brillo eterno de un tierno amor.
Si un día despierto y ya no te veo,
que el eco de tu alma me arrulle en deseo,
porque aunque seas de sueños y encanto,
en mí vivirás, dulce amor, en mi canto.