Sentada en silencio, al borde del ayer,
con los ojos llenos de un viejo atardecer,
una llamada que no quiere olvidar.
El tiempo se escurre, retumba el reloj,
el teléfono mudo ya no suena hoy.
Sus dedos reposan donde hubo calor,
de aquellas palabras tejidas de amor.
Mira hacia el bosque de ramas sin sol,
como buscando en la niebla un farol.
Y en cada suspiro que deja escapar,
vuelve a la infancia, vuelve a esperar.
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