Sobre un cielo pintado de esperanza,
navegan las nubes, dulces y sin prisa,
o caricias flotando con la brisa.
Tienen forma de sueños que se besan,
de promesas que nunca se rompieron,
y a veces se abrazan, a veces regresan,
como esos amores que no se perdieron.
Te pienso cuando el cielo se disuelve,
cuando el viento me nombra sin querer,
y una nube que pasa, blanca y leve,
me recuerda tu forma de entender.
¿Recuerdas los cielos de aquel verano?
Tú decías que allí vivía el azar,
yo juraba que alguna nube en mi mano
se quedaba contigo al suspirar.
Y aún hoy, cuando el día se adormece,
y el crepúsculo tiñe su emoción,
yo dibujo tu nombre —que no aparece—
en las nubes suaves del corazón.
Porque el amor también sabe flotar,
sin cadenas, sin tierra, sin destino,
como nube de ensueño al divagar…
en el cielo azul de lo divino.
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